A la cabeza de la entrada de toda mina, es el único que da protección a los que se aventuran por las galerías.
La tensión es inexistente antes y después de la estancia en los túneles de la mina.
La luz del sol hace olvidar el reino de tinieblas 500 metros más abajo.
De esta rueda depende el cable que envía pero sobre todo que rescata a los mineros de las entrañas de la tierra.
Antes de salir el sol hay que preparar la logística para entrar a la mina.
Las acciones flamantes de Nueva York se basan en los números escritos en libros como este.
La deforestación y la extracción masiva de tierra provocan serios derrumbes y desestabilizan las colinas en las que se encuentran las galerías.
No todos los mineros son jóvenes. La minería no es solo una fantasía de dinero fácil. Los veteranos tienen la mina en la piel y no conocen otra realidad.
Al final del día el optimismo no ha cedido. Pero la energía es menos. Ocho horas bajo tierra acarreando hasta 20 sacos de material de unos 50 kilos dejan su mella.
Tras largos años de euforia minera, fiebres de oro y una vida de trabajo bajo tierra y orgías en la superficie, llegar a viejo puede ser una maldición para muchos mineros.
El consumo masivo de mercurio y ácido sulfúrico son una de las consecuencias de la minería más funestas. La tradicional produce en pequeñas cantidades. La minería industrial aunque sujeta a más controles produce cantidades igualmente industriales eso sí, normalizadas.
Las mujeres tienen uno de los papeles más difíciles del entorno. Lavan los restos del lavado principal para sacar migajas. La prostitución es rampante y luchar por una vida digna no es tarea fácil.