Me cuentan en la Mancha que llega la época de las cebollas.
Se sabe, entre los viejos, porque o las plantaban o veían a sus vecinos plantar. Entre los jóvenes, que son mas prósperos se plantan menos cebollas. Sobre todo porque ricos o pobres, saben que eso de la cebolla no da para vivir.
Pero saben que se plantan cebollas porque pasan los camiones de los que si que las van a plantar.
Si se asoman al tajo verán que los que las plantan hablan poco español, aunque la supervivencia hace a la vieja trotar, y muchos serán mas morenos que la media, no porque les de mas el sol, que también, sino porque serán africanos.
La guerra en Siria ha desatado muchas cajas de Pandora, con tragedias una mas horrible que la siguiente. Pero la que tocó a la fibra de los europeos fue aquella que les llamo a la puerta, porque la guerra por la tele nos hace sentir mas humanos pero si nos llama a la puerta de atrás eso ya son palabras mayores.
Y palabras mayores fueron. De los millones de refugiados que llegaron a Europa se supone que a España llegaron 1980. Eso es lo que cuentan las cifras oficiales.
Que España se hubiera comprometido a traer algo mas de 17.000 significa dos cosas. Primero, que los refugiados les importa un bledo al ejecutivo. Y segundo, que con la cantidad de emigrantes ilegales que hay en el país es mejor no legalizar a otros, que ilegales viven igual, chabola arriba, chabola abajo. La historia no es nueva, obra de mano barata, contratos que no hay que firmar, beneficios que no hay que entregar y las cebollas se venden mejor en Europa porque son tan baratas o más que las de Rumania o Turquía.
Los que vienen a la cebolla en la Mancha tienen congéneres ya afincados allí. Afincados tómenselo en el sentido amplio porque ni
tienen finca ni es permanente. La provincia de Albacete se enorgullece de tener cero emigrantes ilegales. Desde luego no hay peor ciego que el que no quiere ver, porque ilegales hay e ilegales malviven como malamente pueden. Claro que si no se les permite empadronarse, no existen. Ni existen sus necesidades básicas de hospital y colegio. Porque también hay mujeres y con niños en los poblados inexistentes de gente inexistente.
Eso me lleva a pensar qué tipo de situación deja la gente cuando se va hacia el norte cargando con mujer y niños, siendo las rutas del Sahel y del Sahara de las más peligrosas y mortíferas que hay. Párense a pensar. Si les dijeran ahora, en paro y sin un duro que cruzaran en Sahara a sus propias costas que en Nigeria hay trabajo, si se iban.
Lo que está claro es que cuando la gente no tiene ya nada que perder, no ya en la guerra pero también por hambre, está dispuesta a todo. La desesperación con un incentivo de traficantes hablando de El Dorado es suficiente para tomar decisiones totalmente desproporcionadas.
El que cruza el desierto no es el pobre muerto de hambre sino el rico de su pueblo o por lo menos el hijo del jefe local. Porque para cruzar el desierto hace falta dinero y mucha suerte. Hay muchos conflictos y hambrunas que no llegan a las pantallas españolas ni europeas. Eso no significa que no existan. La desertización de África no es un ente abstracto en los libros de geografía, es una nube de arena que lo cubre todo y acaba con la poca agua que hay. El lago Chad, que está reducido al 20% de su capacidad, abastece a cientos de millones de personas. Y ve morir en enfrentamientos terroríficos a decenas todos los días. Hasta donde yo se, el calentamiento global es una consecuencia principalmente del mundo occidental, aunque los efectos se vean en Níger o Burundi. Los europeos podrán comprar cebollas a tres cuartos de euro en mercadona y además dirán que son cebollas locales, que eso es bueno para el medioambiente y la economía. El problema es que cuando nubes de gente han pasado el estrecho para cultivarlas esas
cebollas se parecen mucho a los diamantes congoleses. No son naturales, no son sanas y no son honestas. Porque para sacarlas de la tierra y convertirlas en ensalada mediterránea, hubo que dejar a mucha gente en el fondo del mar.