Cuando yo era una niña, a los albores de la revolución comunista más romántica y exitosa de las últimas décadas no me dejaban jugar con Barbies. Tampoco dejaron a mi hermana hacer la primera comunión. Tampoco leí el Hobbit. Todos esos objetos retrógrados, conservadores e imperialistas no estaban permitidos.
Mi hermana años más tarde se casó de blanco y por la iglesia y yo leí el Hobbit y hasta el Señor de los Anillos. Es más. Son una de mis lecturas preferidas.
Pero si me piden que cante la Internacional lo haré con gusto, y puede que en más de un idioma. Desde el alma. También pueden preguntarme sobre Marx. Prometo no faltarles.
El ELN ha declarado un paro por todo el país. Los políticos en Bogotá se van a regodear y frotándose las manos pensarán en cuantos votos suplementarios va a suponer eso en las urnas en marzo. Cuando se lucha una elección presidencial ese tipo de regalos hay que aprovecharlos bien.
Me he acostumbrado a creer que hay mucha gente en Colombia que querría tener una fuerza como la del ELN por la que votar. Me inclino a pensar que muchos de sus simpatizantes se hacen cada vez más a una versión pacífica de ellos.
La gente en Colombia quiere paz. Paz para poder luchar por lo que se necesita. Justicia, democracia e igualdad. Sin armas y sin corrupción. Para construir eso hace falta algo más que una franja insalvable entre dos bandos. Guerrilla y Gobierno.
Tras 50 años de vivir en una violencia constante ha enseñado a los colombianos a no fiarse de todo aquel que quiera llevar las riendas del país. Los Colombianos no creen en sus instituciones, no creen en sus políticos, no creen en sus subversiones y no creen en sus bandidos.
Es triste ver que todos caen en el mismo saco y que tanto unos como otros son parte de la misma danza en la que los Colombianos no creen.
A fuerza de ver morir gente, de abandonar sus casas y su vida, de no poder moverse libremente por los caminos, los colombianos han tenido que aprender a optar. Si un paramilitar les dice que dios padre y familia se leerán a Marx. Y si un guerrillero les dice que liberación o muerte, se pondrán a mirar telenovelas. Cuanto más machista y conservadora, mejor.
Los hijos siempre copian de los padres, la mejor de las noticias es que en general los superan y son capaces de cometer otro tipo de errores pero no los mismos que cometieron sus mayores.
Los colombianos de hoy han crecido y no lo han tenido fácil. El ayuno, el ver la prosperidad de los de fuera, sus congéneres muertos en reyertas entre combos o en selvas lejanas les ha dejado algo inesperado y profundamente admirable.
Lo más importante, ganas de vivir. Lo segundo, la conciencia de pueblo. Quizá en el mismo lugar las ganas de un país pacífico y las ganas de salir a pasear a carreteras, montes y charcos.
Si todos los que creen llevar las riendas de los casi 49 millones de colombianos se dieran cuenta de que el pueblo los adelanta creo que dormirían menos bien en sus camas. O en sus celdas o en sus hamacas.
El pueblo de García Márquez y Yuri Buenaventura tiene tantas tablas ya en dejar que otros hablen mientras que ellos siguen viviendo que empiezan a dar lecciones al mundo. Más allá de la política o de las armas. Más allá de la riqueza y de las instituciones.
Hay casi 49 millones de colombianos que piden a sus papás que se unan al carro…. Que ellos saben perdonar y hasta escucharles, porque a los papás se les perdona casi todo.
Eso sí, los papás que son más adultos tendrán que dar un paso adelante y mostrar algo de humildad…
Porque posiblemente el pueblo siga leyendo a Marx y teniendo barbies en los closets.