Hace casi veinte años que vivo en países en guerra. Desgraciadamente debo decir que la guerra me ha dado trabajo. Me han pagado bien. Diré en mi defensa que al menos mi trabajo siempre fue paliar los efectos de la guerra. Y espero haberme ganado mi sueldo.
La guerra cuando se vive de cerca te impregna de una especie de capa gelatinosa de indiferencia. Es un mecanismo de defensa como otro cualquiera. Una de las formas de olvidar las situaciones para mi ha sido siempre mirar los avances de la Astrofísica. Saber que hay agujeros negros como colosos o que la nebulosa Centauro es una megalománica obra de arte interestelar, ayuda a relativizar lo que se oye explotar del otro lado de la pared.
En realidad, pienso que es un mecanismo muy humano, el de relativizar las cosas y aceptar que hay un mundo más grande en el que sentirse anónimo, libre y feliz. Hasta la religión ofrece eso.
Cuando hace tres semanas se celebró la cumbre de los países asiáticos aquí en Manila, fue fácil saber qué jefes de estado tienen esa visión interestelar del mundo. Trump jugaba al golf con Abe, que hizo el ridículo cayéndose al foso de arena. Seguramente tiene más problemas a la hora de perder el hilo que su oponente golfista. Verá menos nebulosas y más guerras.
Al mismo tiempo la laureadísima Awn suu Kyi se entrevistaba con Modi y Duterte. Y aun al mismo tiempo, el primer ministro canadiense bajaba a los suburbios de Manila a comer en la única cadena de restaurantes local Filipina. Obviamente se llevó el homenaje de todos los que había a su alrededor y de todos los que lo vieron por televisión. Presiento que fueron muchos. Me puede contar entre ellos. Estaba en ese momento en un restaurante japonés y había dos pantallas. En una se caía Abe al foso. El gerente del restaurante azaradísimo fue corriendo a cambiar el canal. Pero no hacía falta. Trudeau se llevaba toda la atención. Cuando alguien hace algo honroso no hay lugar a payasadas. Quizá porque cosas honrosas en las altas esferas tienden a escasear.
A no ser, claro, que las esferas sean tan altísimas que nos den arte y la fuerza de dios en forma de agujero negro y nebulosa.
Otro efecto secundario de la guerra es que produce ese complejo de Estocolmo. Amas al país en guerra. Amas a los contendientes. Porque los odias. Pero los amas porque aprisionan, ponen condiciones. Hay que acatarlas. Los contendientes en una guerra tienen armas y además no se tienen que guiar por la ley. Es todo una cuestión de honor. Lo único que puedes hacer es convencerles de que tienen que subir esos estándares de honor. Eso también me parece un arte.
Me decía un comandante eleno que le parecía bien el diálogo. Pero como hombre de terreno, eminentemente práctico, me recordaba algo elemental. Si el ELN se va, entran los paramilitares. Inapelable.
Eso me hacía pensar en Santos, que a estas alturas también es laureado como Au Saan Su Kyi. Au san suu Kyi fue erróneamente laureada por la polarización de buenos y malos que envenena al occidente. Una concepción muy humana y una contaminación constante que lleva a la ceguera.
Pero Aunque en Colombia la guerra ha sido tal que ni siquiera la nebulosa del Centauro consigue sacarme de ella, confío en que Santos haga las cosas mejor que la dirigente birmana.
Si todavía hay guerra en Colombia no es porque hay droga. Es porque hay armas. Si otros grupos controlan territorio es porque el estado no está presente. Uno de los símbolos del fin de una era son las fotos de la Macarena que circulan sin fin por la red.
Pero el estado colombiano sólo ha dado un paso en la reducción del conflicto. Los paramilitares entrarán donde las FARC dejaron espacio. Donde los elenos lo dejen si eso llega a pasar.
Negociar públicamente con grupos que existen formalmente es fácil. El problema es negociar con los fantasmas inexistentes creados por el mismo estado.
Yo no se si a Santos le gusta la nebulosa del Centauro. Pero aunque haya sabido sentarse con las FARC, tendrá que sentarse con los que se apoyan en el sistema que él lidera.
Los familiares de los muertos de las veredas en estos días no van a poder pensar en nebulosas. Porque detrás hay más armas que vienen por ellos. Y seguramente no haya plata en casa para tele. El que la ganaba se murió en una cuneta. Sin plata, pero lleno de plomo.