Leía ayer en el periódico una división que hace el Economista sobre los tipos de regímenes. Desde la democracia plena hasta el régimen autoritario. Entre medias tienen dos categorías que llaman “democracia de carnaval” o pseudo democracia, y regímenes híbridos (pseudo democracias con tintes dictatoriales).
En la clasificación sólo 19 países constan como auténticas democracias, con ejemplos como Canadá o Noruega. España hasta el 2016 constaba como una democracia bastante decente, con un ocho sobre diez. Me pregunto como figurará tras el capítulo catalán. Si algo duele en la cuestión catalana es que pone en entredicho los pilares españoles. Hay un interés desde que murió Franco en que eso no ocurra. Los ministros de Franco aplastaron al pueblo durante 40 años. Después decidieron que eran demócratas. Fue una decisión muy inteligente. Mientras que en Argentina los dictadores se pudren en la cárcel en España o gobiernan o son laureados o se mueren en la cama entre bendiciones. Eso si. Salen grietas como la catalana. España no llega a democracia de verdad. En 2017 veremos en qué queda el índice.
Si miramos Colombia, considerada en el índice como una “pseudo-democracia”, saca un triste seis y medio. Si pienso en el cincuenta por ciento, Colombia no suspende la materia. Eso si, si quiere entrar al nivel superior va a tener que estudiar un poco más. Para sobresalir, España y Colombia, ambas, van a tener que remangarse y poderse plantear ciertas cuestiones de fondo que les impiden pasar la barrera de los privilegiados. Atención, Estados Unidos ha bajado en nota y ha abandonado ese grupo privilegiado. No es un índice basado en economía. Está basado en incidencia social e institucional.
Trump y su ideología no se sostienen. Ni siquiera para los estándares del Economista, que no es exactamente una revista de izquierdas.
Esos deberes, que se tienen que reflejar en lo que dice la sociedad de cada país, se tienen que hacer desde el gobierno. Me baso en este índice porque no cabe la crítica, es que es culpa de la guerrilla es que es culpa de los catalanes. Es un índice que habla de cómo funciona una democracia. Y las hay que funcionan y las hay que no. Y las hay que parece que funcionan pero los índices siguen diciendo que no han dado la talla. Hablemos de España, hablemos de Colombia.
España, un próspero país europeo que mantiene su economía contra viento y marea y que parece meter en la cárcel a un sector de las alas corruptas del país. Porque siempre le ha importado la opinión del hermano mayor europeo. Pero no es suficiente. La gente se queja. Hay gente que se quiere ir. Es un síntoma. Es un síntoma español. No catalán. El gobierno puede decidir que sólo él tiene la razón y reprimir. Pero que no se asusten allá arriba si el Economista y todo lo que ello supone les rebaja la nota. El índice es sobre democracia, no lo olviden.
Colombia. Los acuerdos de paz con las FARC se notan. Ha subido la nota substancialmente. Pero queda mucho por hacer. El índice sigue siendo sobre democracia. Y aunque el ELN también quiere sentarse a negociar, no he oído una negociación con grupos paramilitares. Como si no fueran entes reales sino una sombra no existente porque el que los creó sigue diciendo que no los creó. Que se crearon de la nada. El Economista seguramente aplaudiría más a este tipo de político que a unas FARC, ya me entienden… Pero no le sube la nota a Colombia… Por algo será. El vacío de poder dejado por las FARC empieza a querer llenarse. Y preocupa la oleada de muertes de líderes sociales. Me decía un mando ELN que un problema que veían es que el estado no quería cambiar su política, que su objetivo era solamente que las FARC entregaran los fusiles.
El gobierno colombiano se ahorra un presupuesto muy importante si no hay guerra con las FARC. Las guerras, que enriquecen a muchos y empobrecen a muchos más, son reactores económicos difíciles de traducir en paz. La paz es más barata que la guerra. Sin embargo, las plusvalías también son menos. La comisión por la producción de armas siempre es más rentable que la comisión por la producción de café o escuelas. La segunda sin embargo, tiene una ventaja. La primera, la población vive más tiempo y por lo tanto produce más. La segunda, ayuda a mantener la nota en el índice del Economista alta. La primera puede importar a pocos de los que estén en el poder. La segunda seguramente interesa a más. Porque de ese índice a las ayudas económicas y las alianzas políticas el paso es muy directo. El problema es que sin la una, la otra no es posible.
La ausencia de estado en la mitad del país es rentable a corto plazo. La presencia de estado hará que Colombia sea considerada como un país en su camino hacia una democracia. Sin el pseudo.
En ese nivel, como España, se pueden permitir brechas. Pero al menos a la gente no la matan por opinar. Como mucho, acaban en la cárcel o exiliados. Es la diferencia entre la vida y la muerte.
A partir de ahí, todo es trabajo para conseguir que la gente tenga escuela pensión y hospital. Eso sí. Habrá que aguantar a los líderes sociales. En una democracia estarán vivos. Y seguirán opinando.