Que a Colombia se le conozca como el Dorado tiene su justificación. La región de Antioquia está sentada sobre una montaña de oro que ha traído un plus de riqueza al país y una oleada de muertes y tragedias desde hace décadas. Si insisten, siglos, que los españoles no fueron allá en busca de yuca o café. Todavía no estaba de moda. El oro por aquellos entonces ya si.
A mediados del 2017 pasé por una de esas zonas mineras, Segovia y Remedios. Después de una huelga de 43 días, tres muertos y decenas de heridos, los mineros consiguieron poner en jaque a la nueva multinacional que de la noche a la mañana consiguió hacerse con los derechos del subsuelo y por consiguiente con el oro de la región.
Los mineros tradicionales que son la mayoría, se convirtieron en “catangueros” que de término minero pasó a ser término de bandidaje e ilegalidad. El catanguero no usa excavadora y trabaja a destajo. Pero por siglos ha sido la espina dorsal de la minería colombiana. Las minas tradicionales tienen túneles angostos y profundos sumidos en oscuridad en los que se entra sin saber si se va a salir. De eso doy fe. Puedo decir aquí que los mineros catangueros están hechos de una fibra que no muchos tienen. La primera vez que entré a la mina tuve que desechar todas las fotos. Tenía tanto miedo que me temblaban las manos y todo lo demás. Entrar en esas minas y llegar a 500 metros bajo tierra puede que haya sido una de las experiencias que más me haya marcado. Incluso comparada con la experiencia de la guerra, las cárceles y los cementerios. Para que me entiendan.
Pero yo solo entré, documenté y salí. Los catangueros entran a diario y hacen el viaje quince, veinte veces en un día para sacarle las entrañas áureas a la tierra. Se ocupan de construir los pilares de los túneles y de sacar el agua que inunda las profundidades. Son autodidactas que trabajan junto a la muerte por bolitas de oro del tamaño de las canicas con las que yo jugaba en la infancia. Las llaman castellanos y son el alma Mater de toda la región. Esos catangueros ahora mismo se supone que son ilegales. El gobierno coincide con la Gran Colombia Gold en que la minería ilegal es la razón por la que el 88% de la riqueza aurífera se va a manos de bandas criminales para blanquear la cocaína que sale del país.
Las bandas criminales efectivamente controlan con impuestos la sacada, lavada, proceso y exportación del oro. También los negocios de motos, ladrillo, químicos, alcohol y prostitución. Es una lacra que sigue existiendo y que es la herencia del cáncer que trajo la creación del paramilitarismo, no algo relacionado con la minería en si. En las tiendas de arroz y de calzado en Medellín el impuesto es el mismo. Los jóvenes en los barrios pobres de la ciudad viven entre droga y armas. No es un estigma de la minería. Aunque la minería invite a la cultura del dinero fácil y lo que eso conlleva.
Hay un movimiento de reivindicación de la figura del minero artesanal que intenta sobrevivir en paralelo a la explotación masiva de las multinacionales. Esa es la característica de Colombia. Por cada alud de explotación salen profesores, intelectuales, gobernantes íntegros (si… alguno hay…), y dirigentes locales a parar el expolio del país.
Sacar el oro a cuentagotas tiene muchas desventajas para el Estado. Para empezar, la tajada es más pequeña. Para seguir, hay que esperar más porque aunque se sepa que el dorado está ahí al alcance de la mano los catangueros solo se pueden jugar la vida quince sacos de material al día.
Hay que compartir con las bandas criminales que además, tan abusonas, se llevan la mejor tajada.
La más irrefutable de las razones: el aire está saturado de mercurio y los bosques talados para producir los pilares de los túneles en las pequeñas minas.
Definitivamente hay un problema en las zonas mineras. La solución que mejor parece convenir al estado es una multinacional no gringa con altos estándares éticos. En definitiva, la gran Colombia gold es el gran candidato y salvador de la minería en Segovia y Remedios en este caso. Del resto de las minas del país también.
Si entran en la página de la Gran Colombia Gold y pasan de las caras sonrientes de mineros, mineras e hijos de mineros perfectamente uniformados en el colegio, encontrarán mucho más. La cara amiga de la minería internacional y responsable.
Los gerentes de la multinacional están afiliados a responsabilidad social y ONGs en las que ayudan en problemas de marginación. Eso no solo se debe a que como personas que estudiaron en La Sabana o la Pontificia de Bogotá se les ha enseñado que compartir es bueno y cristiano. También, para colmo de bienes, reduce impuestos.
La Filantropía y responsabilidad no acaban ahí. Los mineros de la Gran Colombia Gold si están asegurados. Todos están bajo los auspicios de Colpatria. Verán si hacen una búsqueda rápida que los altos gerentes de la multinacional fueron miembros de la junta directiva de Colpatria antes de entrar a la Gran Colombia Gold. ¿Casualidad? Les doy otro dato para que ustedes decidan.
En 2012 el Scotland Bank, con sede en Nueva Escocia, Canadá, compró el 51% de Colpatria, que es el principal socio de la Gran Colombia Gold (una multinacional canadiense, recuerden).
Veamos que más hay: Por un lado está el mercado internacional del oro, que se llama “Bullion Market Association”, (LMBA) en donde se el oro a escala mundial se vende a través del mostrador. En la página se asegura que las transacciones son en especie y completamente confidenciales para los clientes que no sean miembros. Las transacciones se hacen a través de 10 bancos, entre ellos: UBS, Barclays, Deutsche Bank, HSBC, la banca Morgan y, Scotia mocatta, la rama encargada de la venta de oro de Scotiabank. (que sigue siendo dueña de Colpatria que trabaja con Colombia Gold).
Es decir que si las bacrim vende su oro para tener divisas, obligatoriamente tienen que pasar por ahí porque ese es el embudo mundial del oro. El oro de Colombia de una forma u otra, acaba en las manos del LMBA que también es Scotiabank y por lo tanto Colpatria.
Estos bancos son los que deciden el precio y la compra y venta diaria del metal precioso. Hay un detalle interesante. Los miembros del LMBA no pagan impuestos sobre el oro que comercian que pueden comprar y vender al portador aunque no sea oficial. Es decir, no pasan los filtros del estado y están obligados a mirar si la entidad (no puede ser una persona física) trae oro limpio o no.
A mi me chocan dos cosas. La primera, que el gobierno mantenga que el 88% de los bienes del oro del país se van por rutas ilegales pero que no haga nada para arreglarlo. Lo segundo, que deje que una multinacional saque la tajada del 12% y de ella solo se quede con una pequeña parte. En Colombia como en el resto del mundo habrá gobernantes aprovechados, corruptos, malos y también íntegros y buenos. Lo que seguro que no hay es gobernantes tontos y mucho menos pobres.
No he conseguido establecer objetivamente a qué porcentaje del PIB colombiano asciende la producción del oro. Sin embargo, Es suficiente como para que multinacionales de la estatura del Scotland bank que tiene un capital de varios billones se interese por él. Es más, que se interese por un banco colombiano que financia y asegura la industria aurífera del país.
Y quizá lo que más me choca es que al saltar el Scotia bank en el escándalo de los paraísos fiscales con 175 compañías opacas en ellos, Colpatria siga limpia.
Las tres únicas cuentas que me cuadran son las siguientes:
el oro de Colombia es algo físico que sale del país sin llenar las arcas.
El oro de Colombia está enriqueciendo manos privadas bien a través de bandas criminales que siguen campando a sus anchas o bien a través de compañías que son las dueñas de la compra venta del oro mundial. Además, tienen la forma de ocultar sus ingresos al estado colombiano en paraísos fiscales.
La tercera y última cuenta es que los mineros de Segovia y Remedios (hablo de lo que he visto, ya saben que hay muchos más sitios), se juegan la vida quince veces al día por el sueño del dorado mientras viven en casas de tabla.
Que la cultura del dinero fácil se la vendan las bacrim o la cara amable de una multinacional con sus acciones en las Bahamas a mi me es indiferente. La primera produce muertos y desplazados visibles. La segunda se ocupa de negocios tan transparentes que los tiene que esconder en las islas Caimán.
Sería hora de que los gobernantes colombianos se pararan a pensar si exprimir el dorado a costa de las capas más pobres del país y cincuenta años de conflictos armados varios no sale más caro que darle a cada cual lo que realmente merece.
La cultura del dinero fácil no es una cuestión de la gente pobre. A los gobernantes y ricos también les da ese virus. Cueste lo que cueste.