La gente que se ha pasado años en el monte tiene enormes dificultades para volver a la vida en la civilización. Los portugueses dicen que están «casimbados».

No se exactamente a qué corresponde la «casimba» pero cuando te da, la civilización se vuelve un túnel oscuro y enemigo por el que no hay sino tristeza, peligro y esclavitud.

Cuando llegas a lo que el común de los mortales llama «la vida normal», muchas cosas que de este lado ni vemos se vuelven insoportables. No les hablo de supermercados o ir al cine.

Le hablo de cosas como ir al baño sin poder ver el cielo o dormir sabiendo que encima hay siete pisos más. O desde luego, la amenaza de dormir los proximos diez años en la misma cama.

Cada pequeño paso de lo que llamamos civilización conlleva unos ingredientes que no se ven a no ser que hayas sobrevivido mucho tiempo bajo los árboles. Un baño cerrado conlleva depender del agua que te traen, del ingeniero que diseñó el wc mismo, de la electricidad en la pieza, de los productos que mantienen aquello limpio que además hay que comprar y que pertenecen a una multinacional contra la que, en muchos casos, han luchado muchos de los que viven en el monte.

La «casimba» no es la locura ni la irracionalidad. La «casimba» significa que todas esas cosas que ocupan tanto tiempo y espacio en la vida del común de los mortales no existe porque las prioridades están en otro lado y no por eso son erróneas.

Sacarse la casimba es casi una contradicción. Es casi como vencerse al Occiente, decir que te han ganado la partida, abandonar la lucha.

Eso pienso yo muchas veces cuando miro hacia arriba en este sitio donde vivo ahora mismo y por más que alce la cabeza no llego al final de los rascacielos en mi búsqueda del cielo. Eso pienso cuando veo a gente mendigando comida bajo esos mismos rascacielos. La casimba es molesta y traumática pero no malsana.

Estos dias muchos colombianos están pendientes de las negociaciones escabrosas con el ELN. El ELN que sigue en el monte tiene que hacer frente a unos retos que deben parecer irreconciliables con su conclusión de la lucha. Les ahorro aquí todo lo que el Gobierno tiene como reto, ya que en este artículo no viene al caso.
Por un lado, la ventana que les ensenha el ejemplo de las FARC. Armas entregadas pero muchos de los escollos no superados parecen tener una resolución incierta y como poco, dudosa.

Por otro, el ELN dice que tiene claro que los motivos por los que se inicio la lucha hace mas de 50 años siguen vigentes.

Es cierto que grandes territorios y bolsas de poder en Colombia siguen en manos de oligarquías y que la lucha social tiene mucho camino por andar.

Pero por eso mismo es necesario que el ELN se una a las urnas y a la representación masiva. Los colombianos han aprendido a luchar por la democracia y poco a poco a hacer uso de ella. Han aprendido que tienen voz y voto y que quieren luchar por ambos. Es más. Han aprendido a expresarse no sólo con cultura y orgullo, inteligencia, que les sobra. Le añaden a esto una gracia, un arte y un desparpajo que son difíciles de igualar.

Mientras que en España se cierran filas con los restos del franquismo y se retrocede 40 años, Colombia progresa diez años de cada vez:
Los colombianos quieren una lucha del verbo, los colombianos tienen una voz que alzar. Los colombianos necesitan inspiración y a aquellos que tienen experiencia en estar despiertos y no dejarse vencer por ninguna derrota.

Lo que los colombianos no necesitan, sino que les sobran, son las armas, la impunidad y el no saber si van a poder salir a la carretera.

Los colombianos quieren la legalidad y no por eso dejar de opinar y de conocer sus derechos.

Los colombianos necesitan a al ELN en las urnas para sentarse con ellos y poder debatir, discrepar, enseñar y aprender.

Las FARC lo han conseguido. El ELN esta a camino. Gran parte de él se ha subido al tren imparable de hacer una Colombia brillante, libre y plural.

La casimba no puede ser un obstáculo para no unirse a ese tren. Porque es el tren del país por el que luchan desde hace 50 años.

Ha llegado la hora de demostrar que son válidos como alternativa. Lo único que no es negociable es la libertad y la justicia. Para eso, el ELN tiene tablas de sobra. Tantas, que sin armas, lo harían de forma brillante.

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