Y Si Sacan Los Tanques

Cuando la cuestión catalana se empezó a desbordar yo, que salí de España hace 20 años, no sabía que pensar. Los españoles siempre han hablado mal de los catalanes. Ricos, avariciosos, egoístas, extranjeros. Siempre se ha hablado así cuando se trata de catalanes. Pero decidí escuchar. A muchos y de todos los bandos.

Mientras tanto, la gente se manifestó. Ha habido (y sigue habiendo) violencia, pasiones, muestras de pacifismo, de patriotismos varios.

Este país pareció despertarse. Alguna llaga se había tocado. Lo que he tardado mucho es en entender de qué llaga se trata.

Hace unas semanas nadie hubiera comparado el problema catalán con el vasco. Pero han llegado los primeros detenidos acusados de sedición. Y eso si recuerda al problema vasco.

Aunque los catalanes se remontan a los tiempos de Carlos IV para buscar sus raíces, yo prefiero volver a donde realmente nuestra historia contemporánea se truncó. Un golpe de estado contra una república democrática, (lo siguen llamando alzamiento, como Bush llamaba a los presos de Guantánamo combatientes ilegales), una guerra civil llena de crueldad y abusos y una larga y penosa dictadura. Pero ese no es el fin de la saga. En España la dictadura diseñó una cómoda democracia en la que los dictadores han podido y siguen refugiándose sin tener que pagar consecuencias de ninguno de sus actos pasados.

Al día de hoy los tribunales de justicia internacionales y los jueces móviles (si, si, ahora les explico), tienen como objetivo el poner en orden el pasado y compensar a las víctimas. Crímenes contra la humanidad se llaman así y se juzgan. Las ejecuciones sumarias y las desapariciones no prescriben y se mete en prisión a los perpetradores. Se entrega el perdón público a las víctimas, se busca a los desaparecidos. En definitiva, se sanan profundas heridas causadas por la impunidad que una vez identificada se erradica.

Pero atención, esto, en otros países. No en España.

Mi mentor se desesperaba pensando que alguien echara a rodar la democracia cuando había costado tanto ganarla. Tenía razón. Entre dictadura y democracia la opción es clara. Pero el problema empieza cuando la gente empieza a nacer en democracia. Esas generaciones no han vivido el miedo que supuso la dictadura. Ese temor a desaparecer, a la paliza, a la denuncia, a la muerte, a la tortura, al castigo colectivo. Ese terror al: “Y si sacan los tanques…”

El problema es que ese temor sigue vivo y presente aunque llevemos 40 años largos de democracia.

Los partidos progresistas con los pocos votos que consiguieron en el 78 (había miedo, no lo olviden), consiguieron muchas cosas importantes para trazar un documento que representara a un pueblo libre. La Constitución la redactaron siete personalidades, entre ellos un miembro del partido comunista de Cataluña, uno del partido socialista, un catalanista y tres miembros de la UCD y el fundador de Alianza Popular que junto con un miembro de la UCD habían sido ministros de Franco y acérrimos defensores de la dictadura. Las figuras progresistas consiguieron dar pasos de gigante pero no tuvieron la voz suficiente para evitar que los dictadores se auto-amnistiaran. No para que hubiera mecanismos en marcha que permitieran que el poder se volviera a concentrar en una sola mano.

La constitución española es un gran avance sobre la dictadura. Sin embargo, los males mayores de los años de la represión siguen vivos. Fraga, que era una persona muy inteligente, tuvo la precaución de potenciar una democracia controlada, como una extensión de la dictadura antes de que llegara el riesgo de una tercera república. Los vascos quedaron fuera. Se usaron los textos de la constitución de 1931, (la de la segunda república) y de la Alemania Federal que una vez edulcoradas y matizadas de acuerdo a los deseos del régimen se aprobaron. Sin embargo, los españoles no mencionan pero viven y sienten, esa impunidad que quedó en el aire y esa ausencia de identidad que aflora de vez en cuando. Cataluña no es sino un ejemplo.

Por más que lo intento, no veo a Cataluña como un país independiente. Pero veo todos los síntomas de la herida española reflejados en una parte de la sociedad que una vez que experimentó la prosperidad y la libertad pide más. Uno de los grandes vacíos que los catalanes han intentado suplir ahora es la falta de simbolismo identitario. Es difícil que un pueblo dividido y herido pueda atender a una bandera heredada y matizada. A un himno sin letra con el que es difícil armonizar.

El franquismo, fue entre otras cosas un periodo de intensa campaña identitaria. Al caer la dictadura, la identidad debería haber desaparecido. Pero lejos de ello, se edulcoró protegida por el manto de la democracia. Creo que los españoles acabarán por crecer fuera de ese miedo que ha permanecido y permanece. Parece menor. Pero sigue existiendo. Es una enfermedad latente de la sociedad española a la que se ha educado en el callar ¡para evitar males mayores. Los catalanes parecían estar preparados para los males mayores! pero los helicópteros y las fragatas son una traducción muy subliminal que hace un trabajo profundo en la mente de la gente.

Creo que todos recordamos los ochenta en que los tanques salían cada domingo a la calle.

Entiendo que los catalanes no quieran ser parte de eso, pero quisiera que no se fueran. Porque nos han dado una lección de lo que es necesario. De lo que la sociedad necesita más allá del auge económico. Porque han sabido despertar la necesidad de pertenecer a algo legítimo.

Si Cataluña se convierte en un país mañana, vivirá la miseria y el aislamiento. Sin embargo, podrá excavar cada fosa común y enterrar a cada ajusticiado. Podrá juzgar a los verdugos y podrá clamar justicia. Pero es injusto que España no sea parte de ello. Como es injusto que se exilie a los jueces españoles que reparten justicia en Argentina y Chile.

Los necesitamos aquí. Como necesitamos a los catalanes para que los pasos que han dado sean posibles para todos.

Es fácil decir que no se está contento e intentar irse. Pero si los españoles un día se dan cuenta, ¿de dónde se marcharán? España no puede huir de si misma.

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